Hace semanas que palabras como “industria cultural”, “creación”, “innovación” vienen repitiéndose en China como un mantra, convertidas en fetiches que se enganchan en discursos oficiales, medios de comunicación y carteles propagandísticos. Todo comenzó a partir de la publicación de las decisiones sobre “reforma del sistema cultural” que el Comité Central del PCCh adoptó, con pompa y boato, el pasado 26 de noviembre.

El objetivo de este plan es dotar al país de un poderío cultural acorde con su condición de segunda potencia económica mundial, como parte de una estrategia más general de diplomacia pública que mejore la imagen e influencia del país a nivel global.

Pekín, como capital del país y, argumentablemente, su polo cultural más importante, se ha situado en cabeza de esta batalla. Una muestra de este empeño fue el Salón de la Industria Cultural de Pekín que tuvo lugar ayer en el Centro Nacional de Convenciones de la capital, en plena zona olímpica. Organizado por la oficina de información de la municipalidad pekinesa, este evento tenía como objetivo poner en contacto a las personalidades y trabajadores del sector cultural de la ciudad con homólogos y medios de comunicación locales y extranjeros.

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En sus ya varias ediciones, el salón se ha celebrado bajo temas como “Pekín: ciudad internacional del futuro” y otros que giran entorno a la idea clara de las autoridades de convertir la milenaria capital en un centro comercial, financiero y turístico de primer orden.

En esta ocasión, para acercar el evento a la industria cultural, para lo cual los organizadores del salón tomaron como gancho el tema del “antiguo Pekín”. La joya del evento ha sido una impresionante proyección de una pintura en movimiento que representa el aspecto –idealizado- de la capital china en la década de 1930, justo antes de la fundación de la República Popular (quizá por eso el subtítulo del evento: “Contemplar el antiguo Pekín; amar el Pekín moderno”). La obra fue proyectada sobre una enorme pantalla de 280 metros de longitud y tres de alto que rodeaba todo el espacio del salón. La pintura original, de 22 metros de largo, salió de las manos del artista Wang Daguan (1925-1997) y algunos expertos la consideran como uno de los mayores hitos de la pintura china desde la famosa ‘Ribera en el día de Qingming’.


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El sector cultural en la capital ha generado, en lo que va de año (hasta noviembre), unos ingresos de 556.580 millones de yuanes (81.850 millones de dólares), según datos oficiales del gobierno municipal. En el año 2010, el sector acumuló un valor añadido de 169.220 millones de yuanes (24.890 millones de dólares), 13,6 por ciento más que en 2009, y contribuyó a un 12,3 por ciento del PIB pekinés. Destaca el incremento en ese periodo de los servicios de diseño, turismo y comercio de arte, cuyos ingresos aumentaron un 20 por ciento.

La municipalidad había aprobado hasta finales de 2010 un total de 30 zonas industriales para la creación cultural.


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Sin embargo, a pesar de la puesta en valor de su pasado en una sala de exposiciones, muchos edificios históricos y a veces barrios enteros han desaparecido de la urbe en los últimos años, o bien se han salvado únicamente mediante un proceso de comercialización que los despoja de su esencia. Para alcanzar su objetivo de convertirse en una ciudad cultural mundial, uno de los aspectos que Pekín tendrá que afrontar es esa contradicción y solucionar la dicotomía entre desarrollo, modernización y mejora de la calidad de vida de sus habitantes junto con la valorización y la conservación de un patrimonio histórico enorme.



Fuente: spanish.china




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