Así es como nos narran la entrada a una de las ocho unidades de las Cápsulas Ryokan, que van desde 3500 yenes por noche. No se consigue una gran cantidad de bienes inmuebles por esos yenes, pero sí incluye un montón de comodidades: un televisor LCD, Wi-Fi de alta velocidad, iluminación y un reloj de alarma en la pared. Las cápsulas están ordenadas de dos en dos, como literas, con escaleras en su entrada. Más arriba, las 32 habitaciones con baño ofrecen más espacio para dormir (pero con un valor aproximado de tres tatamis) y el lujo de una ducha.
Keiji Shimizu, el dueño, muestra con orgullo su “posada” que abrió el año pasado a pocas manzanas de la estación de Kyoto. “Yo quería traer el estilo tradicional de un alojamiento económico” dijo, “por lo que aquí se combina el concepto de posada Ryokan con el hotel cápsula”.
Los hoteles cápsula originalmente hicieron su aparición hace 30 años en Osaka y fueron creciendo rápidamente, habiendo hoy en día cerca de 300 en Japón. Aquí se atiende a trabajadores que pierden el último tren a casa, así como a desempleados que alquilan por meses. En cambio, estos hoteles cápsula atraen relativamente poco a los viajeros extranjeros.
Shimizu, sin embargo, ha incorporado a este hotel rasgos típicos de la posada tradicional japonesa: futones, tatamis y personal vestido con kimonos. La demanda no se ha hecho esperar, aunque afirma que han perdido alrededor del 30% con respecto al año pasado debido a los efectos de la crisis nuclear de Fukushima.
Pero no es el único que quiere reinventar el concepto de estas cápsulas. En el distrito de Teramachi hay una posada inaugurada en 2009 que le da al concepto de cápsula un giro de ciencia ficción. Es un edificio esbelto, anónimo, elegante y con un diseño contemporáneo. En el hall te dan una tecla numérica y poco más. Doce horas de estancia son 4900 yenes.
En el habitáculo te ofrecen una botella de agua, ropa de dormir y zapatillas, todo adornado con un pequeño logo: ‘9h’. Además, todo es muy minimalista, con un estilo “2001: Una odisea en el espacio”, blanco. Las cápsulas son de fibra de vidrio, redondeadas y apiladas verticalmente, pero ligeramente desplazadas para que todo parezca más espacioso. No hay televisor, pero sí unos botones para el reloj despertador.
Los hoteles cápsula que se modernizan para llamar la atención de los clientes, ya sean de dentro o fuera del país, pero que ofrecen un servicio básico que, al fin y al cabo, es lo que muchos buscan: un sitio para dormir.