En esta ocasión nuestra embajadora de ACIEPA en Japón, María Gracia (Mayi) nos relata el fin de semana que pasó en la antigua capital Kyoto, un lugar lleno de misticismo y de espiritualidad que aún convive con la modernidad; disfrutemos de su experiencia.
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Nuestro recorrido se inicia saliendo de la estación de Nagoya, después de tres horas en tren, incluyendo un norikae (transferencia / cambio de tren) en la estación de Maibara, llegamos a nuestro destino, Kyoto. Rápidamente nos dirigimos a la salida que nos lleva al paradero de buses. Cerca a dicho paradero se encuentra un centro de atención al turista donde se puede comprar el All-day bus pass por 500 yenes, con este ticket podremos tomar distintos buses y recorrer todo la ciudad sin necesidad de volver a pagar.

 Con la compra del pase, uno recibirá el mapa de la ciudad de Kyoto en el cual se especifica las principales atracciones turísticas. Una vez que hemos comprado nuestro ticket y decidido a qué lugar iremos primero, nos dirigimos al paradero correcto (recordar que debemos revisar el mapa para ver qué línea de bus nos lleva al sitio que queremos visitar).

Un dato importante a la hora de tomar el bus es que uno debe subir al bus por la puerta del medio y bajar por la puerta de adelante luego de haber insertado el ticket en una máquina que se encuentra al lado del conductor. Cabe precisar que el ticket será devuelto para ser reutilizado.

En este caso, el primer lugar que visitamos fue Kiyomizu-dera, es un templo budista que fue fundado en el año 778, a comienzos del período Heian. Este santuario también es relacionado con el amor y los buenos matrimonios.

Aquí encontramos dos "piedras del amor", situadas a  6 metros la una de la otra, distancia que los visitantes solitarios intentan recorrer con los ojos cerrados. 

El éxito en alcanzar la piedra del otro lado, con los ojos cerrados, es entendido como el presagio de que dicha persona encontrará a su otra mitad.

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Bajando del Kiyomizu-dera, encontramos una vieja calle comercial, como las que aparecen en las películas antiguas japonesas, en esta calle podemos comprar toda clase de recuerdos (omiyage).  

Mientras avanzábamos por el callejón nos topamos con varias personas que ofrecían muestras de Yatsuhashi, dulce tradicional de Kyoto, para mi paladar el más rico fue el de relleno de plátano.

Nuestro siguiente recorrido fue el Ginkaku-ji, Templo del Pabellón de Plata, fue construido en 1474 por el shogun Ashikaga Yoshimasa, quien buscaba emular el Kinkaku-ji o Pabellón dorado. Se construyó originalmente con la finalidad de servir como lugar de descanso y retiro del shogun.
Cuando salimos del Ginkaku-ji ya eran casi las 5 de la tarde, por lo cual la mayoría de los templos estaban cerrados o por cerrar. Siendo esta la situación, empezamos a buscar un hotel donde pasar la noche (Sí, fuimos sin reserva). 

Regresamos a la estación de Kyoto para buscar por los alrededores, sin embargo casi todos los hoteles excedían nuestro humilde presupuesto.
En la mayoría de hospedajes en Japón no cobran por habitación sino que cobran por persona, entonces si nos piden 4,000 yenes por la habitación significaba que cada persona tenía que pagar dicho monto así entren cuatro o cinco personas en la misma habitación, por lo que ningún hotel nos terminaba de convencer. 

Después de dos horas caminando finalmente encontramos un Ryokan (posada estilo japonés), cuyo nombre tenía el kanji de Yasui, es decir “barato”, al instante supimos que dicho lugar estaba destinado para nosotros. El lugar resultó ser más agradable de lo que esperábamos y por solo 2,000 yenes, un precio súper cómodo para ser fin de semana y haber llegado sin reserva. La habitación tenía suelo de tatami, dos futones, una mesita con té, un televisor; el ambiente fue bastante acogedor y me hizo sentir como una verdadera japonesa.

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A la mañana siguiente, regresamos al paradero de buses en la estación de Kyoto, y partimos hacia el Sanjunsangen-do, templo budista que se terminó de construir bajo el servicio del Emperador Go Shirakawa en el año 1164, es el edificio de madera más largo de todo Japón. En el interior del templo está prohibido tomar fotos.

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Bastante cerca del Sanjusangen-do se encuentra el Tofuku-ji, por lo cual aquel templo fue nuestra siguiente parada. El Tofuku-ji fue fundado en 1236 por el canciller imperial Kujo Michiie. 

Es considerado un tesoro nacional japonés en tanto su puerta Sanmon (puerta principal de un templo budista) es la más antigua de su especie. En otoño, el color de las hojas le da un toque especial a este lugar.  Debo admitir que fue uno de mis templos favoritos.

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Después de visitar el Tofuku-ji decidimos regresar una vez más a la estación de Kyoto, y desde ahí ir caminando por los alrededores para ver si nos cruzábamos con algo interesante, y así fue, después de una hora aproximadamente encontramos el Nishi Hongan-ji

Este templo nos encantó, no solo por su belleza sino también porque la entrada era gratis. El Nishi-Hongan-ji fue fundado en 1602 por el shogun Tokugawa Ieyasu. En un principio solo existía el Hongan-ji, pero el shogun Ieyasu dividió el templo en Nishi Hongan- ji (Templo Oeste) y el Higashi Hongan-ji (Templo Este) con la finalidad de disminuir el poder de la secta Jodo. 

Este templo es bastante grande y está permitido ingresar a los recintos para orar.

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Después de recorrer este templo, continuamos con nuestra caminata y fue así como llegamos al To-ji, templo budista fundado en el año 796, a comienzos del período Heian. 

La pagoda del To-ji tiene 54,8 m. de altura, y constituye la torre de madera más alta del país. 

Finalmente, después de tanto caminar dimos una vuelta por el acuario y de ahí regresamos a casa, bueno, en este caso a Nagoya. 

Solo tuvimos la oportunidad de estar en Kyoto por dos días, por ello no pudimos recorrer más lugares. Nos faltó ir a varios sitios como el Kinkaku-ji (templo dorado), motivo por el cual algún día regresaremos a esta prefectura. Para hacer un buen recorrido en Kyoto mínimo se necesita una semana para no perderse de ningún lugar importante, probar todo tipo de comida y como no, vestir un kimono y sentirse como toda una geisha.
 





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